Crítica sin spoilers de Cry Macho

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Cuando se lleva el cine en las venas

Clint Eastwood es eterno, y lo será todo el tiempo que quiera. Y así lo será su amor por el cine y por contarnos historias. Mientras tenga fuerzas para apoyar el pie en el suelo cada mañana, seguirá cogiendo una cámara y rodando.

No puede evitar ser quien es, y tampoco lo esconde. Tiene los arrestos y cicatrices suficientes como para hacer lo que quiera sin pretender gustar o amargar a nadie. Solo quiere seguir vivo a través del cine, y lo consigue, y nos lo consigue transmitir.

El bueno de la trilogía de Sergio Leone nos ha enseñado desde hace tiempo una visión peculiar de cómo ve él América, el mundo y el séptimo arte. Nos ha conducido por carreteras de todo tipo para mostrarnos lo que sus ojos ven o recuerdan.

Tiene lo que pocos tienen, ser actor, director, productor y compositor de sus trabajos. Y es que no puede estar de un lado sin estar del otro lado de la cámara. Es, creo yo más que un cineasta. Es un espectador de sí mismo, un creador de sello propio, un forajido de Hollywood.

Cuando se lleva el western en la sangre

Eastwood camina, y comparte su camino. Lleva siete décadas (que se dice pronto) contando historias, siendo uno de los rostros y siluetas más reconocibles del celuloide, siendo Clint y siendo Eastwood. Porque de no existir, habría que inventarlo. Y no me gustaría vivir en un mundo Sin perdón.

Para aquellos que amamos el western en todos sus formatos y expresiones, no podemos sino admirar y agradecer la existencia de Clint. Es un vaquero, un profundo vaquero. Su mirada, sus silencios, su caminar, su forma de ponerse el sombrero. Todo él es western.

John Ford, Sam Peckinpah, Sergio Leone, Howard Hawks… Clint Eastwood. Debemos rendirles pleitesía a estos nombres (entre otros tantos) por contarnos una parte de la vida del ser humano desde el polvo, la pólvora, el fuego, el frío, el calor y el country.

Quizá no lo sepáis o no hayáis reparado en ello, pero el western es ese género de cine que habla de la vida y la muerte con el mismo sabor, aroma y tacto. Es ese paisaje que atardece y amanece desde lo más genuino de nosotros mismos.

El western es y será siempre ese cine que nos recuerda a nuestros abuelos, a nuestros padres, a nuestros momentos más primigenios y puros.

Cry Macho

Es todo lo anterior, y además, sin pretensión de serlo, lo cual la hace más sincera. Cry Macho es una película tranquila, apacible, emocional y conciliadora. Una historia basada en la novela de N. Richard Nash que habla sobre ciertos momentos del camino, sobre cuando debemos o no ser machos.

Clint se siente atraído por la simpleza de los sentimientos, por la sencillez de las cosas, por la austeridad de la vida, por la confortabilidad del arrepentimiento, por la grandiosidad de las pequeñas emociones.

Hay que dejar atrás aquello de ‘no es su mejor trabajo’, o el ‘está lejos de ser su mejor cine’ y cosas así. Porque Clint no compite con nadie, ni consigo mismo. No quiere buscar su obra maestra en cada proyecto, sino contar aquello que le toca el alma por dentro, por pequeñito que sea ese motivo.

Un buen cineasta es a veces aquel que consigue hacer del cine menor algo gigantesco, y eso, Clint es un maestro. Y cuando digo cine menor, no me refiero a calidad, sino a  historias sencillas, como es el caso de Cry Macho, en donde un gallo de pelea acompaña en su road movie a un viejo vaquero y un bravío jovencito que busca su lugar en el mundo.

En algún momento de este filme, nos acordamos de todo aquello que vamos perdiendo con el paso de los años, pero también de todo aquello que vamos obteniendo, atesorando. El algún momento de eta plácida historia nos damos cuenta de lo mucho que aprendemos los unos de los otros.

‘Las personas intentan ser machos para ganarse la vida, y al final es lo único que les queda’

Cry Macho no es un alarde de nada, ni una lección impostada de vida. No es tampoco una película crepuscular ni una despedida; pero deja en su recorrido emocional un pequeño una especie de fotografía en donde el director nos muestra dónde le gustaría estar y cómo le gustaría acabar.

El mayor deleite de este historia no está en su guion, ni es su desarrollo argumental, sino en todo aquello que el director nos cuenta entre líneas, entre planos. Y es que Clint tiene un estilo inimitable para colocar la cámara, para encuadrar planos, para iluminar y dar ambiente a cada escena.

La mayoría de veces nos cuenta más sin texto que con texto, porque necesita hablar poco para decir lo que quiere decir. Y de nuevo, lo consigue, aderezado con una BSO de seductor country que no tiene desperdicio alguno.

‘Cuando eres joven crees tener todas las respuestas, y al envejecer te das cuenta de que no tienes ninguna de ellas’.

Ta ternura y el sarcasmos es algo con lo que Clint ha jugado esta vez, y quizás mejor que nunca. Una combinación llena de complicidad en donde se abre camino una buddy movie generacional en donde podemos ver como el final y el comienzo son parte del mismo camino.

El joven e inexperto Eduardo Minett ya puede decir que cruzó la frontera de México y del cine con Clint Eastwood. A su lado ha aprendido, al igual que nosotros, que los gallos de pelea son pollitos cuando nacen y cuando mueren.

Tráiler de Cry Macho

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