Crítica sin spoilers de la serie de Netflix Seven Seconds
Un tipo blanco atropella a un chaval negro de quince años en la afueras de Nueva Jersey. Aconsejado por la propia policía huye del lugar sin dar parte a las autoridades, dejando al chaval desangrándose sobre la nieve. Horas después, cuando alguien se tropieza con el cuerpo de forma casual, la vida del joven pende de un hilo tan fino como el que forma el tejido social de la ciudad.
Así arranca Seven Seconds, la nueva serie de Netflix, un drama criminal creado y escrito por Veena Sud, la creadora de la gran The Killing, en el que la trama tiene lugar dentro de la problemática racial actual de EE.UU., en plena era Trump, mostrando y desarrollando las complicadas relaciones entre los diversos grupos étnicos (centrado sobre todo en la dicotomía blancos/negros) en Jersey City. Una serie, si funciona, con clara vocación de antología, es decir, que en cada temporada presentaría un caso diferente, manteniendo a algunos de los personajes principales y presentando a otros nuevos, siempre con los problemas sociales norteamericanos como telón de fondo.
Al igual que ya hiciera en la mencionada The Killing, recurso que también hemos podido ver en producciones semejantes como The missing o Broadchurch, el crimen y su investigación posterior es una excusa para tratar el drama familiar de la pérdida y la agonía del remordimiento (según el lado desde el que se mire), los cambios que sufren las personas y las familias tras la tragedia, así como para radiografiar los problemas a los que se ha de enfrentar la sociedad multirracial en nuestros días y poner el foco en el estado de la justicia.
Lo curioso es que en Seven Seconds no existe esa intriga de conocer la identidad del asesino, eso se ve en la primera escena del episodio piloto, girando la serie entorno a una investigación en la que el espectador sabe más que lo propios detectives, y en la que el interés, aparte de en saber si los culpables serán o no descubiertos, es ver como los policías corruptos implicados se las apañan para tapar sus huellas, adulterar el sistema, tratar de encontrar un supuesto equilibrio dentro de una realidad en la que cualquier chispazo puede hacer saltar el fuerte por los aires.
La serie, ambientada en una atractiva Nueva Jersey cubierta de nieve, bucea por los diversos estratos sociales estadounidenses parándose sobre todo, como es de recibo, en el submundo pandillero, esos pequeños “imperios” de la droga callejeros, y en el seno de la policía, aquellos que (supuestamente) deben acabar con esa lacra de la sociedad. Este es un tema que ya ha sido convenientemente explotado (es obligado citar a The wire, que ya radiografió con brutal precisión los entresijos del mundo callejero y la interacción racial en USA), y casi todo cuanto acontece suena a ya visto, pero eso no le resta calidad ni interés a la ficción de Veena Sud.
Junto a una trama firme (desarrollada, eso sí, a fuego lento y en claro in crescendo), Seven Seconds destaca por ofrecer una galería de personajes de lo más interesante y bien construidos. En este apartado podría hablar casi de todos los miembros del reparto, todos están magníficos en sus roles, aunque quisiera destacar a cuatro. Por un lado el tremendo tour de force al que es sometida la señora Butler, la madre del joven atropellado al que da vida Regina King, convirtiéndola de una simple profesora a una especie de justiciera. En el otro lado del espectro tenemos a un convincente David Lyons interpretando al sargento DiAngelo, el duro y corrupto policía que enmascara el crimen. Los polis “buenos” (pongo comillas porque en realidad aquí no hay buenos ni malos puros, hay muchos grises) son una curiosa pareja formada por una abogada con problemas serios con el alcohol que trabaja para la fiscalía (Clare-Hope Ashitey) y un inspector neoyorkino cuya vida dista mucho de ser idílica al que interpreta con una agradecida vis cómica Michael Mosley (visto en Ozark).
Seven Seconds es una serie efectiva, un drama descorazonador que habla de muchos e importantes temas, de valores y bajezas. Es mucho más que un thriller policiaco o judicial, una crónica de unos tiempos y unas vidas, las que pisan y traspasan la fina línea entre lo legal y lo criminal, que se antojan duras de verdad. La falta de originalidad y la presencia de algunos topicazos las suple con creces con una buena factura, un gran reparto que eleva el conjunto y una historia que no pasa de moda: un accidente que cambia las vidas de todo aquel al que pilla en su inmisericorde radio de acción, la eterna búsqueda de la justicia y el perdón.
Soy Alfonso Gutiérrez Caro. Murciano. Trabajo como profesor de Historia. Soy escritor de novela negra y colaboro como bloguero en varios webs. Como diría Tommy Shelby: Puedes cambiar lo que haces, pero no lo que quieres.