Crítica sin spoilers de la película Sordo

‘Asombrosa, telúrica, oscura, violenta y visceral.’

A falta de algo más de tres meses para el cierre del año, esta es de largo la mejor película española que se ha cruzado en mi camino en 2019. Así de franco soy…

De haber sido John Ford español y de haber leído el cómic de David Muñoz y Rayco Pulido, hubiese dirigido esta película. Aunque de alguna forma lo ha hecho, ya que Alfonso Cortés-Cavanillas se ha esforzado por rendir tributo al legendario director con este inconmensurable western de la posguerra española. Todo rezuma a western, a western del bueno. Desde la réplica de una Winchester hasta la gabardina de un forajido, pasando por una colina llena de ‘indios’, un caballo de nombre Caudillo y un sin fin de matices que bien agradecerán los amantes del género.

Además, para los adeptos al pulp, verán con buenos ojos la influencia que esta película tiene del western tarantinesco. Sobre todo en escenas como la del bar, rindiendo además el merecido tributo al cómic homónimo, el cual rebosa estética pulp en cada página.

Por cosas como esta, mereció la pena ganar la guerra…

El mayor acierto de este metraje de 120 intensos minutos es la música y el montaje sonoro (e insonoro cuando lo requería). Para Ford, aunque dijese alguna que otra vez lo contrario, la música era de vital importancia en sus filmes, y así lo demostraba una y otra vez rodeandose de alguno de los mejores compositores de la época (Víctor Young, Max Steiner, etc.). Este capítulo es sin duda el pilar que sostiene toda la fuerza y ritmo narrativo de Sordo.

La otra piedra angular de esta cinta es la edición. La fuerza y personalidad que tienen iluminación, fotografía imprimen carácter a cada uno de los cautivadores y descarnados planos que ha dibujado el director. Hay planos que me han erizado el vello, haciendo que tuviese que incorporarme en la butaca para degustarlos aún más. Y hay secuencias tan magistrales que deberían mostrarse en las escuelas de cine.

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Sordo está rodada y montada de forma febril, y su trama fragmentada está en constante evolución y ebullición. Su atmósfera combina el tono crepuscular, revolucionario y redentor con un frustrante horizonte que se escapa a medida que la realidad se cierne sobre las montañas del Pirineo. Y es que los Maquis y la Operación Reconquista se quemaron en su motivadora esperanza.

No obstante, Sordo no se preocupa por presentar un contexto general, ni por contar con profundidad una parte de nuestra triste historia; sino más bien en lograr que el contexto presente una dramática historia particular. La historia… las grandes historias están llenas de pequeñas anécdotas aún más grandes.

Sordo construye sus puntos neurálgicos alrededor de infinidad de detalles y subtramas que tienen fuerza por sí mismas, y que acaban convergiendo en un solo motivo: Dar caza a un lobo antes de que el lobo te de caza a ti; como todo buen Western que se precie.

La guerra ha acabado, estamos aquí para cazar indios…

y… ¿quién es el Sordo? Pues un enorme Asier Etxeandia que firma su papel dramático más sólido y depurado. No voy a compararlo con nadie porque tiene su propia impronta, pero gastaría mi última bala afirmando que Ford lo hubiese tenido entre sus filas en los años 50. Estamos, a mi humilde entender, ante uno de los actores más versátiles del panorama actual español. El bueno de Asier inunda de acción y emoción cada escena; encabezando un reparto abrumador. Aitor Luna, Hugo Silva, Marián Álvarez, Imanol Arias, Antonio Dechent, Olimpia Melinte, Cristóbal Suárez, Jorge Basanta, Stephanie Gil, Javier Ballesteros, entre otros/as completan un escenario coral en el que ninguno de ellos baja el listón de Asier.

Providencial me parece en la primera parte del metraje el sargento Castillo, interpretado por el padre de todos Imanol Arias, que nos devuelve esa visión contradictoria de la guerra civil y que despierta la metáfora del ser el único hombre que escuchaba en el país de los sordos.

Y entre sombras y sangre aparece el personaje que interpreta Olimpia, Darya Sergéevich, (la mercenaria soviética). Pese a que descuadra en algún momento el tono de la película, sin duda aporta una crudísima contemporaneidad a la trama y a las escenas en que irrumpe. Su personaje se presta esencial en una segunda parte de la cinta que baila un poco más en su argumento pero que deja algunas de las escenas más descorazonadoras y bravas de la película.

Con un presupuesto rozando lo humilde, Alfonso y el equipo de La Caña Brothers han hecho una excelente producción que debería estar distribuida en más cines de los que está…

 

 

 

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