El final de Homeland y su despedida por todo lo alto con su temporada 8
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Espionaje de altos vuelos
Ha llegado el final de Homeland, así que ahora, casi una década después de su estreno analizamos en profundidad una serie que será recordada como una de las grandes joyas de esta tercera edad de oro que estamos viviendo.
Homeland fue una de las primeras series mainstream de esta nueva edad dorada, todo el mundo se encontraba al tanto de la serie, de sus tramas, ¿será Brody un agente terrorista en suelo americano?
La serie no podía exhibir mejor carta de presentación en una coyuntura política tan convulsa como la actual. Nadie osaba hablar de terrorismo en Norteamérica, salvo el canal Showtime –el canal que nos trajo Dexter– y el canal FX con la serie The Americans –aunque ellos centraban sus tramas en plena Guerra Fría–.
Todo el mundo hablaba de Carrie, de Brody, incluso del terrorista más buscado –al menos en la ficción– Abu Nazir. Pero la poderosa trama se iba agotando a cada episodio y –tras dos primeras temporadas brillantes– llegó una tercera temporada que recordaré por ser una de las peores abominaciones que he visto en televisión.
La serie se debatía agonizante entre un continuo quiero y no puedo, hasta que en los últimos episodios recuperó el pulso para cargarse de un plumazo a todos los personajes que apestaran a tiempos mejores.
Lo cierto es que los productores estuvieron a punto de acabar con el personaje de Brody en el espectacular final de la primera temporada, pero les tembló la mano y dejaron continuar su historia; algo que no les volvería a pasar en el futuro. Tras la tercera temporada, se tomaron las decisiones que no se atrevieron a tomar unos meses antes: dejar las tramas cerradas y bien cerradas. Había nacido una nueva Homeland.
«¿Por qué asesinar a un hombre cuando puedes matar a una idea?» (Abu nazir)
La reina de los drones
Pocas veces un episodio ha marcado una diferencia tan profunda en una serie. Muchos se habían bajado del barco de Homeland con la tercera temporada, y no quisieron retomar la serie con la cuarta entrega. Había que darle una oportunidad solo apta para los más fieles, y Showtime nos recompensó con creces.
En el episodio 4×01 The Drone Queen nos encontramos una Carrie Mathison renovada, y una historia ubicada ahora fuera de suelo americano. Carrie (Claire Danes) se traslada a Oriente Medio para permanecer al mando de un grupo de operaciones encubiertas que realiza ataques con drones, no es la primera vez que la Casa Blanca es acusada en la vida rel de realizar este tipo de estrategias militares, y esta temporada da buena cuenta de ello.
Brody fue borrado del mapa por razones puramente narrativas, más allá de quien quiera ver teorías conspiranoicas sobre que Claire Danes (ahora productora ejecutiva) se peleó con el actor Damian Lewis y fue la que provocó el fin del personaje. Brody era un protagonista con fecha de caducidad, como lo son tantos otros en la nueva forma de hacer televisión.
Ojalá todos los guionistas y showrunners de las series supieran ver cuándo se termina una trama, cuándo hay que dar por cerrado el libreto que encierra la historia de un personaje.
Y, si no, que se lo digan a los creadores de tantas series, que humillaron a la audiencia con unas últimas temporadas vergonzosas, que se han convertido en auténtica bazofia catódica que aún puedes ver flotando en las turbulentas aguas de las reposiciones que nunca se deberían emitir.
Además de Brody, su familia tampoco sale muy bien parada, y en la cuarta temporada desaparecen de la pantalla sin dejar rastro, y lo peor de todo: sin explicación alguna. Nunca más sabremos nada de Jessica (Morena Baccarin), ni tampoco de su hija «Cara de pasmo» Dana, de la que intuimos que la vida no le va del todo bien al verla –en una de sus escenas finales– limpiando las habitaciones de un motel de mala muerte y quedando destrozada ante la inesperada última visita de su padre.
Lo bueno es que la cuota de pantalla de Brody se repartió entre otros personajes que habían pasado más desapercibidos hasta entonces, como el genial personaje de Queen, ese espía atormentado que comienza a protagonizar su particular descenso a los infiernos. Lo mismo sucede con Saul Berenson, al que comenzamos a ver cómo alguien más humanizado y en situaciones realmente complicadas. Una curiosidad: Mandy Patinkin, actor que interpreta a Saul, resultó –al parecer– un auténtico quebradero de cabeza en el set de rodaje, debido a su fuerte carácter.
«me encuentro más solo que cuando estaba en el fondo de un agujero en Irak». (Nicholas Brody)
O como en el caso de Fara (protagonista en la también interesante Counterpart), un personaje fundamental que a mí particularmente me entusiasmó. También muy atractivo es Dar Adal, otro personaje que comienza a cobrar el protagonismo que se merece.
Desde luego, en la cuarta temporada destaca el papel de Aayan Ibrahim, interpretado por el cinematográfico Suraj Sharma –al que vimos en La vida de Pi (Ang Lee)–, el cual cierra un reparto coral de auténtico lujo.
Rabiosamente actual
Tras terminar la temporada, posiblemente una de las más interesantes de la serie, Homeland se tuvo que reponer de nuevo a las adversidades, debido a la polémica suscitada esta temporada en algunos sectores de Extremo Oriente.
Por ello, se decidió tomar de nuevo una decisión arriesgada y grabar la quinta temporada en suelo alemán, siendo la primera vez que una serie americana grababa íntegramente una temporada en el extranjero. Para ello contó con el apoyo de una productora alemana que participó en la producción con un millón de euros. No es de extrañar, pues en Alemania se vio con muy buenos ojos que una ficción como Homeland se grabara en el país bávaro.
La quinta temporada continúa con el buen tono marcado por el episodio The Drone Queen y posiblemente mejora lo que ya parecía insuperable. Quizá sea la mejor temporada de todas, aunque con Homeland es complicado elegir una.
De nuevo los brutales asesinatos narrados en esta temporada en el metro de Berlín fueron observados con cautela, tras producirse en la vida real una escalada de violencia terrorista en territorio europeo. Hecho tenido en cuenta por los creadores de la serie, quienes incluso añadieron un mensaje al final de uno de los episodios para solidarizarse con las víctimas de estos brutales asesinatos. No en vano estamos en la época en la cual se produjo la tragedia en la revista francesa Charlie Hebdo.
Nuevos personajes y nuevas tramas en una temporada que nada tiene que ver con las primeras de la serie y que nos mantiene en vilo desde el primer minuto, al tiempo que nos hace reflexionar sobre la actualidad global que nos ha tocado vivir.
Por si fuera poco, la muerte en la vida real del actor que hacía de padre de Claire y el fallecimiento de Henry Bromell, uno de los creadores de la serie, parece que provocaron que Homeland quisiera rendirles homenaje de la mejor forma que saben: siguiendo con un crecimiento talentoso temporada tras temporada.
Jugando al castillo de naipes
En la sexta temporada, nos encontramos con una Carrie de nuevo afincada en territorio estadounidense (en Nueva York para ser exactos) y con el telón de fondo de la primera mujer ocupando la Casa Blanca en los Estados Unidos.
La presidenta electa es interpretada por Elisabeth Marvel, a la que ya vimos como candidata presidencial en la serie House of Cards en el papel de la congresista Dumbar.
Este es el motivo por el que el estreno de la sexta temporada de Homeland se retrasó por primera vez a enero, en lugar de estrenarse en su habitual mes de septiembre. Y es que los productores querían esperar un poco para que los acontecimientos de la serie fueran todavía más verosímiles con la realidad política que Estados Unidos estaba viviendo: la carrera entre Donald Trump y Hillary Clinton por la Casa Blanca.
Posiblemente cuando se grabó la sexta temporada se creía que Hillary Clinton sería la ganadora de la elección presidencial, de haber sabido el inesperado curso de los acontecimientos, quizá los guionistas hubieran creado un personaje más cercano a la figura real del histriónico, peligroso y polémico Donald Trump. De nuevo Carrie, al igual que ocurre en la quinta temporada, quiere cortar los lazos con la CIA, pero parece que su intensa relación con Saul se lo pondrá difícil.
Como es habitual en Homeland, la temporada comienza con un ritmo sosegado hasta que todo salta por los aires con unos giros inesperados para el espectador, terminando con un final que, de nuevo, vuelve a ser apoteósico.
En la séptima temporada nos encontramos dos fases claramente diferenciadas. En la primera se reflexiona sobre el papel de los medios de comunicación, la posverdad y las nuevas tecnologías de la información; en la segunda parte, nos encontramos con una carrera frenética contra los rusos, en la que puede ser la trama de mayor acción de la serie, y también la más clásica en cuanto al género de espionaje se refiere. Los últimos episodios de la temporada son una auténtica obra de arte.
Final de Homeland
Para esta última temporada de Homeland, de nuevo, se realiza una vuelta de tuerca que nos traslada a los orígenes de la serie: la amenaza latente de los talibanes en Afganistán y Paquistán. Incluyendo: amenazas nucleares, espionaje ruso y, de nuevo, un presidente pusilámine que no sabe hacer nada salvo entregarse al populismo, ¿os suena de algo?
Así que Homeland vuelve a la trama central por la cual se originó la serie y lo hace de la mano del verdadero hilo conductor de todo: la especial relación entre Carrie y Saul. Su relación es una de esas de ni contigo ni sin tí. Saul: un hombre de la vieja escuela, que vive en un mundo globalizado que ya no logra entender y del que incluso conocemos sus orígenes durante la Guerra Fría. Carrie: una mujer que antepondrá cualquier cosa para garantizar la seguridad de su país y para la que el fin siempre justifica los medios, incluso si para ello se tiene que llevar por delante al mismísimo Saul.
Los episodios finales están a la altura de cualquier cinta clásica de espías. Sin grandes alardes o explosiones a lo James Bond, pero con una rigurosidad que nos hace plantearnos muchas cuestiones sobre la inestabilidad política que vivimos estos días.
El desenlace, se cierra de una forma muy elegante: canciones de jazz, ritmo frenético y un último acto de redención de Carrie, tan imprevisto como bien construido. Los personajes evolucionan a lo largo de toda la serie, sí, pero lo hacen siendo fieles a sus principios. Carrie Mathison, esa antiheroína que asume que nunca podrá ser la madre que su hija necesita y que se sacrifica para garantizar la paz mundial.
De nuevo, personajes secundarios muy interesantes. Como la agente especial que decide retirarse antes de convertirse en una nueva Carrie, obsesionada con su trabajo a la que no parece afectarle nada.
El regreso de Max con unas tramas protagonistas muy épicas que se cierran con un merecido y emotivo final. O la recuperación del líder talibán Haissam Haqqani que nos ofrece un interesante papel aunque algo utópico, pero que llena la pantalla con su sola presencia.
Por supuesto, David Wellington que intenta luchar y chocar contra el muro de la idiotez instalada en la Casa Blanca; y por último: Yevgeny Gromov, ese espía ruso que guarda tanto parecido con Carrie. Ambos conciben el mundo de la misma forma y ambos superponen su país a cualquier cosa, eso los acerca emocionalmente, lástima que siempre estén en lados opuestos en el campo de batalla.
La idea de que ahora viva como agente doble infiltrada en las filas rusas parece brillante. Saul, por su parte, consigue dar el paso al lado que su edad exige, o… tal vez no, si atendemos a esa sonrisa de complicidad con el espectador que lo ha acompañado durante 8 temporadas. Un plano final que pone un broche de oro a la serie, una de las pocas que quedaba en pie respecto a esas grandes series que nos convirtieron a todos en seriemaníacos: Dexter, Lost, Breaking Bad, Mad Men…
Las intrigas y las conspiraciones continuarán, siempre han existido. Continuarán empleando sus técnicas de espías de la vieja escuela, esas que envían mensajes cifrados a través de libros. Carrie y Saul continuarán trabajando mano a mano, aunque ahora sea en la distancia, para mantener el status quo en una guerra que nunca acaba.
Claire, siempre Claire
Poco o nada queda ya de la inocente Claire Danes que vimos en la película Romeo y Julieta (Baz Luhrmann). Con ella conquistó los corazones de unos adolescentes que en ese momento desconocían que se convertirían en adultos, enamorándose de una chica con cara de ángel.
Tras protagonizar Las Horas (Stephen Daldry) en la que compartió reparto con actrices de la talla de Nicole Kidman, Meryl Streep o Julian Moore, no habíamos sabido mucho de Danes, que encontró en Homeland una serie confeccionada a su medida. No se podría entender Homeland sin su actuación de una bipolar agente de la CIA.
Homeland (que se podría traducir como «Seguridad Nacional») se atreve con hacer saltar por los aires, de forma literal, los convencionalismos más arraigados del cine y la televisión: si hay que dejar en entredicho a las agencias de espionaje de Estados Unidos, se dejan; si hay que hablar a las claras de la amenaza terrorista que se cierne en la vida real sobre Estados Unidos se habla; si hay que poner en duda las prácticas militares y la ética de Estados Unidos se pone; y ,finalmente, si un determinado personaje debe morir, morirá. Si los personajes (buenos o malos) van a conseguir cosas, las consiguen ¿No se trataba de hacer eso en las nuevas series de televisión?
«¿No sería un consuelo dejar de mentir y por fin descansar». (carrie)
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Lista de jazz inspirada en Homeland
Soy Cristóbal Terrer y estoy licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas. Actualmente trabajo como profesor de marketing y en mi tiempo libre escribo novelas de ficción. Además, presento un podcast sobre cine y realizo fotografías artísticas.
Ha sido brillante, porque deja pie a la imaginación del espectador y supone el inicio del arreglo de la relación entre Carrie y Saul y entre ella y su país.
Simplemente espectacular, echaré de menos esta serie.
Gracias Paula, sí… de forma muy sutil y elegante (como siempre ha sido Homeland)
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