Análisis de la película Infiltrado en el KKKlan de Spike Lee

Spike, cuando le da la gana, entre documental y documental te lanza una gran película. Hacia tiempo que no veía algo de Lee que me recordarse a Lee.

A ese Lee de los noventa que conseguía hacer del rodaje convencional un arte. Ese Spike Lee ácido y rítmico que contaba cosas de manera provocadora. Ese Lee que usaba la comedia con seriedad.

Ese Lee que usa el cine como una herramienta crítica y palomitera a la misma vez. Lo que es innegable es que busca la profundidad a través del entrenamiento y eso un negro lo convierte en soul.

Por eso, ‘Infiltrado en el KKKlan‘ es racial, tiene flow y es divertida. Es encrespada, como el cabello afro, pero su discurso te acompaña y seduce durante todo el tiempo, alentado por ese prólogo racista, xenófobo y supremacista que se marca un Alec Bladwin a lo Donald Trump en Saturday Nigth, mientras se proyectan tras él imágenes de ‘El nacimiento de una nación’ de D.W.Griffith, previo guiño a Scarlett O´Hara en ‘Lo que el viento se llevó’.

A partir de ahí y de forma progresiva, la película recorre un entorno que raya lo satírico y lo intelectual.

Creo que Spike plantea una dicotomía o incluso una crítica hacia adentro, hacia la representación negra en una época convulsa aún.

Creo, no lo sé. Lo que está claro es que este director que se pelea con las estrellas rivales de Kincks en los partidos de la NBA, es sin lugar a dudas el Malcom X del cine, y no duda en tratar de convencerte sin tapujos de su visión de la realidad, quizás dejando a veces un trazo algo sesgado o hiperbolizado, con un fin satíricamente populista, lo cual o quita para que tenga razón en muchas cuestiones.

Pero claro, el filtro y la mesura no le definen tampoco en la vida real, y su subversivo discurso a veces debe lidiar con otros discursos más domesticados, y de ahí el enfado que se cogió al ver como Green Book se alzaba con el Oscar a la mejor película de 2018, tras haber recibido él minutos antes el de mejor guión adaptado.

Y es ahí donde cobra solvencia el surrealista relato basado en hechos reales y escrito por Ron Stallworth, el protagonista de la historia real, e interpretado en la ficción por John David Washington (adivinen de quién es hijo).

Ojo a la sinopsis resumida: Un policía negro de Colorado, apoyado por un judío (con rollito Buddy Movie esa parte de la trama), se infiltran en el Ku Kux Klan para desmontarlos desde dentro, ¡con dos cojones!

Vamos, que le llevan ese guión original a cualquier productor y avisaría a los servicios sociales para tenerte vigilado, pero claro, es una historia real, caricaturesca y con todos los negros posibles del pantón de colores; con lo que Spike Lee es si duda el hombre adecuado para tal empresa cinematográfica.

Pero bueno, anécdotas aparte, hay que decir que el global es una de las grandes cintas del año, y lo demuestran los numerosos premios y nominaciones que ha cosechado. Personalmente me quedo con una gran banda sonora de Terence Blanchard, una sólida y creíble interpretación del reparto actoral, así como una línea visual y narrativa muy atractiva y metódica.

Al final de la cinta, consigue aunar toda esa lucidez del guión y de los diálogos para llegar al espectador de forma contundente, reflexiva y dejando en todo ese camino de más de dos horas que dura el metraje un sedimento alusivo a la actualidad.

Cierto es que los sermones que inundan la protesta y la alienta durante la cinta pueden llegar a cargar, pero están meticulosamente escogidos e intercalados en el ritmo narrativo. En definitiva, Spike Lee en estado puro.

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