Los años nuevos en una década latiente
Para mucha gente la Nochevieja es una noche nostálgica, incluso más triste que el resto de la Navidad. Uno se da cuenta de que no cumplió los retos autopropuestos para el año que termina, y conforme nos hacemos adultos, ya solo queremos quedarnos como estamos, con suerte. Quizá sea un síntoma de madurez.
Durante los días 31 y 1 de enero de diez años, de 2016 a 2025, se desarrollan los diez episodios de esta serie generacional, en la que transcurren los encuentros de dos personas entre sus 30 y 40 años, durante los cuales ubicamos el punto en el que está su relación y configuramos la línea de su historia de amor desde que se conocen hasta que se conocen mucho mejor.
Ana y Óscar
En su relación hay evolución, acelerones, involución y atascamientos, tensión y distensión. Ana y Óscar se encuentran por casualidad en una fiesta de Nochevieja —lo típico, amigos comunes y juventud y hormonas— y la cercana fecha de sus cumpleaños, él el 31 y ella el 1, les pica la curiosidad, y ahí comienza el periplo.
Y, como los años que entran y salen, así será su relación en los años venideros, de entrar en sus vidas y salir de ellas, de encuentros preparados y fortuitos, hasta un final no lo suficientemente abierto como se esperaría dado el crudo realismo de las escenas. No hablo de violencia o de sexo, ni de sexo violento, sino de pura tensión, la que se crea en la mirada de voyeur de un espectador que queda atrapado en la historia, en la incomodidad de no poder intervenir para indicar por dónde, del pudor y la intriga, muy probablemente porque todos nos hemos visto comportándonos así en las diferentes fases de una relación, desde que va naciendo, con esas miradas tímidas y las manitas, ese hacerse el interesante, ese hacer el amor por las esquinas, pasando por la monotonía, la rabia que algunas cosas del otro te dan, las dudas, etc.
Y salimos de ahí como podemos, quedánodnos a ver qué pasa o dándonos la vuelta, sin saber muy bien por qué; no todo se puede razonar. El guion está lleno de frases entrecortadas, de puro thriller emocional, de latir muy fuerte, de la cotidianidad de la relación, ellos dos solos y relacionándose con su entorno. Es como una nueva nouvelle vague a la española y ambientada en la gran ciudad en las primeras décadas del siglo XXI; eso sí, sin estilizar, desprovista de languidez y esnobismo; antes al contrario, rebosante de autenticidad.

En cada episodio el espectador entra de sopetón en sus vidas, y hasta que sabe cómo están ahora, pasa unos minutos de angustia. ¿Qué habrá pasado? ¿Dónde estarán colocadas las piezas? ¿De dónde partiremos? ¿La habrán cagado? ¿Hasta qué punto?
Se transmiten muy bien esos sentimientos de desarraigo cuando se está lejos de la persona «correcta», la que te hace sentir más en casa que cualquiera de tus amigos o miembros de tu familia, con la que tienes más confianza y con la que al mismo tiempo tienes que cuidar de no ser demasiado directo o incisivo para no herir y destruirlo todo. No es un amor incondicional, pero es la persona que mejor te hace.
De los 30 a los 40 se fraguan grandes cambios, se dirige uno hacia lo que quiere ser, hacia donde quiere estar, y si no vira en el momento oportuno, puede que se condene a vivir una vida que no quiere, por lo menos en lo más esencial. Cuanto más hemos desoído nuestras tripas, cuanto más en contra de nosotros hayamos ido, mayor golpetazo en la crisis de los cuarenta. O así lo veo yo.
Lo que puede entrar en estos diez años está muy ligado a ese loscuarentasonlosnuevostreinta y los treinta tanto de lo mismo, a la entrada en escena de la maternidad, al ansia por vivir experiencias, al miedo a estar solos, a las redes sociales y la facilidad para contactar y la dificultad de lo contrario. Dejarse llevar por el azar o intervenir en lo que nos pasa, hacer y deshacer, insistir, revolverse y buscar y buscar… No cabe duda de que los guionistas pertenecen al grupo, los millenials tardíos o lo que sigue.
A lo largo de estos episodios, los creadores de la serie nos demuestran que precisamente en lo esencial todos los humanos somos iguales, una suerte de clones con algunas variaciones, pero con los mismos anhelos. Hablo de la generación que casi llega, pasó por poco o clavó los cuarenta en plena cuarentena. Chicos con carrera, de clase media, sin grandes traumas. Mismas preocupaciones. Lo normal, podríamos decir, no sin cierto aburrimiento, por la previsibilidad de nuestros destinos. Eso es justo lo que se ve reflejado al detalle. Ellos somos nosotros, o podríamos haberlo sido. O bien sus amigos, que dieron otros pasos y por ahí andan.
Si te ha gustado la serie Los años nuevos, quizás pueda interesarte esta serie que comenté anteriormente: Normal People, la serie de Paul Mescal (disponible en Filmin).
Sobre la producción de la serie Los años nuevos
Sorogoyen vuelve al mundo de las series después de la sobresaliente e imprescindible Antidisturbios, del episodio Negación de la serie de antología Apagón y de su particular mirada distópica y alienante en el episodio El doble —el mejor de todos— de otra antología: Historias para no dormir (Amazon Prime Video) que revisitaba los clásicos de Chicho Ibañez Serrador.
Vuelve a rodearse de su equipo de confianza: las guionistas Sara Cano y Paula Fabra, habituales en sus películas, para construir un drama sólido alejado de su habitual género, el thriller, aunque en esta ocasión también presenciamos una historia de vertiginosa intriga, emocional.
Los largos diálogos marca de la casa se encuentran más presentes que nunca. Sin la necesidad imperiosa que precisan sus películas más trepidantes, en las que debe pasar a una nueva secuencia. Escenas muy largas, como en el magistral último episodio rodado en un plano secuencia, para ahondar más en unos personajes a los que terminamos conociendo como si fueran parte de nosotros. ¿Quién no recuerda la larga escena de la cena en Antidisturbios, en la que la tensión del momento va creciendo por momentos? Como esa secuencias de Tarantino en el arranque de Malditos bastardos o el desenlace de Los odiosos ocho, thriller puro.
Sorogoyen se pone detrás de la cámara y se reserva algunos de los episodios más importantes para la dirección: el primero, el del inolvidable viaje a Berlín (episodio 5), el de Lyon (episodio 7) y, por supuesto, el último.
En Berlín Sorogoyen rinde homenaje a esa música electrónica que tantas veces hemos escuchado en su filmografía de la mano de Olivier Arson. Un episodio complejo, cuya mayor parte transcurre en una rave de la capital alemana, ciudad que introdujo este tipo de música en todo el mundo.
Movistar+ vuelve a demostrar que es la mejor plataforma a la hora de producir ficciones españolas (Rapa, Hierro o la propia Antidisturbios son claros ejemplos de ello), alejada de ese modelo fast food que Netflix se empeña en implantar en nuestro país. Estamos ante Sorogoyen, es decir, cine y talento en estado puro.
Tráiler de la serie Los años nuevos
Podcast Seriemaniac sobre Los años nuevos
Recuerda que todos los martes lanzamos un podcast en las principales plataformas con píldoras de 20 minutos en las que recomendamos una serie semanalmente y repasamos otras noticias destacadas.
María José Cerón Soria es profesora de español para extranjeros. Amante del cine y artista en la disciplina de collage. Redactora en Seriemaniac.com para hablar de cine y series de televisión.
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