Análisis de la película Perfect Days de Wim Wenders

Wim Wenders regresa al cine más autoral por la puerta grande. En una película tan sutil como deliciosa. Una pequeña obra de arte. Una historia en la que aparentemente no sucede nada, pero en la que el cineasta nos habla de las cosas realmente importantes de la vida. No podíamos dejar escapar la oportunidad de compartir esta crítica de Perfect Days.

Mucho ha sucedido desde que Wenders nos maravilló con sus obras Paris, Texas y El cielo sobre Berlín. Corrían los años ochenta y no había atisbo de teléfonos móviles ni redes sociales. Así que han sido muchos años esperando lo mejor de este director sensible y nostálgico.

En Perfect Days, su protagonista Hirayama se dedica a limpiar y desinfectar los baños públicos de Tokyo. Lo hace con dedicación y esmero. Siempre me he preguntado quién diantre dijo aquello de que el trabajo dignifica. Después de conocer a Hirayama, al fin he comprendido la profundidad e importancia de esa frase.

La película cuenta con un gran respaldo de crítica, recibiendo un merecido reconocimiento en forma de nominaciones y galardones, especialmente, para su magnético actor principal: Kôji Yakusho. 

Película Perfect Days de Wim Wenders

¿De qué va Perfect Days?

El protagonista se aferra a la vida a través de la pasión y el deleite por los pequeños placeres de la vida. Su esfuerzo en la tarea de limpieza, en apariencia un trabajo insustancial y que muchos no querrían hacer ni durante un día, nos invita a pensar que cualquier otra faceta de su existencia —otras que desde luego se antojan más importantes que el trabajo— se la tomará con el mismo o más cariño.

Su rutina diaria es tan estricta como gratificante. Se despierta siempre a la misma hora, sin despertador, al escuchar a una señora que barre con esmero su portal. En la puerta de casa compra un refresco de café en una máquina expendedora (quizás el único contacto con una ciudad hipertecnológica que se permite). Se sube al coche y antes de arrancar selecciona con cuidado una cinta de casette para escuchar mientras llega al trabajo. Come en un pequeño puesto de comida en la estación de metro (entendemos que elige ese sitio porque la comida resulta realmente buena pese a no ser un espacio glamuroso o valorado en TripAdvisor, esas cosas no van con Hirayama). Después de su jornada acudirá a un baño para asearse con mimo y descansar. La noche se reserva para la lectura de un buen libro y vuelta a empezar.

Baños de Perfect Days

En sus pequeños momentos de asueto, se permite observar lo que le rodea, la belleza de las pequeñas cosas y los pequeños instantes. Esos instantes decisivos que Cartier Bresson captaba con su cámara en el París de mitad de siglo XX: una sombra que juguetea en una acera, la copa de un árbol, una bici que atraviesa una calle, una mirada, un gesto…

Su paz se verá alterada por la presencia de una sobrina y el recuerdo de una situación traumática relacionada con el pasado familiar. El pasado siempre vuelve y de nuevo la familia como origen de todos los conflictos, los cuales el espectador deberá completar con la información de la que dispone.

Consulta otros análisis de películas en nuestra sección: Críticas de cine.

La belleza de Perfect Days

Perfect Days es un canto a la rutina, a la belleza de las actividades cotidianas y a lo analógico. El protagonista huye de teléfonos inteligentes y piensa que Spotify es algún grupo de música que desconoce.

Wenders, a través de su héroe, nos hace partícipe de esas sensaciones. Mediante la música diegética (la música que los personajes escuchan en la película) que nos acompaña casi durante todo el metraje: la banda sonora que suena durante sus viajes y que nos transporta a esa nostalgia de tiempos pasados, una alegoría analógica, alejada de la falsa sensación de felicidad de Internet o las redes sociales.

En una escena observamos como Hirayama pasa por varios estados de ánimo mientras conduce, en un eterno primerísimo plano que disecciona a la perfección el proceso interior que atraviesa el personaje y quizás también el espectador: alegrías y tristezas.

Película Perfect Days de Wim Wenders

Se entabla en este gran momento del film una especie de diálogo, casi rompiendo la cuarta pared. Algo parecido al mágico final de Breaking Bad con uno de los personajes conduciendo a toda velocidad mientras ríe y llora. O a la declaración de amor más visual de la historia del cine: la de Julie Delpy hablando por señas con su amado a través de unos barrotes en el final de Blanco (Tres colores de Krzysztof Kieślowski).

En su cámara compacta y analógica congela algunos de esos momentos que solo surgen ante los ojos de las personas que saben apreciar y valorar el presente que se nos ha regalado. Sin más intención que la de recordarlos y archivarlos en cajas de zapatos (como también recuerda cada mañana el último fragmento de la lectura de la noche anterior).

Desde luego, esas instantáneas no las capta para conseguir engordar su ego a base de likes en alguna red social. No tiene que compartir con nadie la felicidad diaria, ni tiene que postear para sentirse vivo atestiguando los momentos que va acumulando en su rutina.

Siempre me pasa lo mismo: algún día en el que debo faltar al trabajo, echo de menos ese pequeño ritual diario que todos hacemos. Te percatas que la cotidianeidad, aunque sea trabajando, no es tan mala. Cuando ves enfermedad de cerca —ese personaje que padece cáncer y al que logra distraer por unos instantes con juegos de niños—, cuando todo son preocupaciones resulta fundamental pararse a valorar lo que tenemos, fotografiando pequeños instantes, es una forma de agradecer el tiempo del que disponemos ante nosotros. Pues, todo, en su naturaleza, resulta tan bello como efímero.

Puntuación Seriemaniac: 5 estrellas

Tráiler subtitulado Perfect Days

 

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