¿Por qué nos gustan tanto las series?

En los actos y presentaciones a los que suelo asistir, siempre me suelen realizar una pregunta tan interesante como recurrente: ¿Por qué las series son mejores que las películas?

En la actualidad los actores, guionistas y productores de cine se agolpan en las puertas de las cadenas de televisión para conseguir una participación en una serie. El auge de la tercera edad de oro de las series ha provocado que el mundo del cine eche la mirada hacia la —hasta ahora— hermana fea y pequeña.

En pocas palabras porque los actores pueden desarrollar unos personajes mucho más elaborados y complejos, los guionistas pueden al fin dar salida a unos escritos no pensados para contentar al gran público, pues ahora sus libretos tienen cabida en los pequeños nichos que canales como FX, AMC o HBO les ofrecen. Y los productores han visto que con la televisión se pueden matar dos pájaros de un tiro: ganar dinero y aumentar el prestigio profesional.

Hollywood produce más películas que nunca, pero realmente es una cortina de humo que enmascara una de las mayores crisis de ideas de la historia del cine. Las carteleras están llenas de precuelas, secuelas, reboots, adaptaciones, remakes o cualquier otro anglicismo que se os ocurra para poner de manifiesto que los productores de Hollywood arriesgan menos que nada.

Parece que el único cine viable es el taquillazo o blockbuster, o la enésima peli de superhéroes, bien peleando juntos, bien peleando por separado, ahora peleando entre ellos. Yo —como gran maníaco de este tipo de pelis— puedo deciros dónde narices se pueden meter la capa y las mallas ajustadas, en el mismísimo…

No es de extrañar que grandes maestros contemporáneos del cine como David Lynch hayan decidido volver al mundo de la televisión y declarar que probablemente no vuelva a dirigir una película nunca más, porque la experiencia de rodar la tercera temporada de Twin Peaks le ha ayudado a descubrir que la televisión es el medio con el que mejor conecta, el medio en el que puede dar rienda suelta a todo su imaginario y sus locuras. Y eso, en el caso de Lynch, es mucho decir.

Desde luego, con la nueva temporada de Twin Peaks (2017) hemos podido asistir a un David Lynch completamente desatado: desde escenas de cinco minutos en las que solo se ve a un camarero barrer el suelo de su local, hasta el episodio 3×08 que es una auténtica declaración de principios de su particular manera de entender el arte, un episodio que encierra una especie de revisita al mito de la creación a través del universo de Twin Peaks.

Para muchos, este episodio es una obra de arte, uno de los episodios más asombrosos jamás visto, a la altura del episodio 1×05 Universidad de Los Soprano o el emblemático y controvertido episodio de la mosca 3×10 Fly de Breaking Bad. Para otros, en cambio, es un episodio sin pies ni cabeza y sienten que Lynch les debe una hora de sus vidas.

Lo que está claro es que solo en un canal de televisión por cable como Showtime, David Lynch hubiera podido encontrar el acomodo para revisitar Twin Peaks, continuando con las mismas tramas veinticinco años después de lo que vimos en el espectacular último episodio de la segunda temporada de esta serie de culto, que sin duda marcó un antes y un después en la historia de la tele.

No olvidemos que la serie antigua —emitida en ABC— fue cancelada por falta de audiencia. Alguna espina debió de quedar muy clavada en el ego de Lynch para decidirse a ampliar su universo. Pero esta vez en Showtime.

Lo mismo ha sucedido con el irreverente director danés Nicolas Winding Refn (Drive, 2011), el cual ha encontrado el acomodo necesario para sus paranoias visuales en la plataforma Amazon Prime. Su serie: Too Old to Die Young. Una producción con la mejor fotografía de la historia de la televisión pero cuyas tramas se diluyen con escenas que pueden extenderse durante más de diez minutos en los que no sucede absolutamente nada. Cine personalísimo y experimental sin salir de casa.ç

por que las series son mejores que las peliculas
Copyright – Cristóbal Terrer Mota

Muchos pensaréis que en los últimos años se están viendo muchísimas estrellas de Hollywood aparecer en series, pero esto viene sucediendo desde la eclosión de este nuevo despertar.

Por ejemplo, en la serie The Shield vemos desfilar por esa decadente jefatura de policía a actores de la talla de Forest Whitaker o la mismísima Glenn Close.

Pero quizá uno de los principales actores en abrir el camino fue Kevin Spacey, sin duda una de las grandes estrellas del cine, que decidió dedicarse en cuerpo y alma a una serie de televisión, una serie que le fue construida a medida.

Después vinieron otros muchos como Matthew McConaughey y Woody Harrelson en la primera e inolvidable primera temporada de True Detective o Vince Vaughn, Colin Farrel y Rachel McAdams en la segunda. Ewan McGregor o Kirsten Dunst en Fargo, Jude Law (The Young Pope) Nicole Kidman, Meryl Streep y Reese Witherspoon en la serie de HBO Big Little Lies. Ed Harris, Vincent Cassel y Sir Anthony Hopkins en Westworld, y más, muchos más. La lista es infinita y no tiene visos de querer detenerse.

Además, los actores que han nacido del éxito de la televisión consiguen engrosar sus cuentas bancarias gracias a que ahora colman las carteleras y las pantallas de cine en un proceso inverso al descrito anteriormente. No hay película con un presupuesto decente que no cuente entre su reparto con un rostro conocido de algún actor televisivo, interpretando papeles principales o secundarios.

Algunos de estos rostros seriéfilos consiguen ser protagonistas absolutos y ganarse el reconocimiento por su trabajo, como Mahershala Ali (el asesor de los Underwood Remy Danton en House of Cards), que en 2017 consiguió el óscar al mejor actor de reparto por la película Moonlight y que protagoniza la tercera temporada de True Detective. Otros solo están ahí para arrancar algún susurro o alguna onomatopeya —¡Oh!— entre los espectadores de una peli, al tiempo que confiesan al que tienen en la butaca de al lado «¡Eh, ese no sale en la serie…!».

the leftovers serie HBO

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1 COMENTARIO

  1. Absolutamente de acuerdo. Supongo que las películas son una gran inversión, y el productor decide no correr riesgos. Por lo tanto, va a lo sencillo.
    Y con las series, bueno, si las cosas no salen bien, en sólo 8 ó 10 capítulos… a otra cosa.

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