Series míticas de ayer y nunca: ALF
Advertencia: el siguiente artículo ha sido escrito tras un intenso viaje interestelar de ida y vuelta a la galaxia de Andrómeda. La cerveza no estaba permitida a bordo.
ALF, el alien burlón
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Una sección fresca y diferente en la que recuperamos series míticas con las que hemos crecido y que quizá encerraban algo más de trasfondo de lo que pensábamos, o quizás solo fuese casualidad, ya sabéis aquello de que incluso un reloj roto da la hora correcta dos veces al día.
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En la historia de la televisión han existido tres grandes teleseries de sobremesa (no confundir con telenovelas venezolanas de sobremesa) que servían de aperitivo, acompañamiento o digestión de la comida (dependiendo del horario de ingesta de cada cual), formando parte de la rutina metabólica diaria. Tres títulos que cuelgan del firmamento seriéfilo por méritos propios: Friends, El príncipe de Bel-Air y, sí amigos, ALF.
Una confesión para empezar: treinta años después de ver la serie, me entero de que el nombre de nuestro protagonista es un acrónimo de Alien Life Form (es decir, forma de vida alienígena), rompiendo de un plumazo el encanto que suponía pensar que compartía nombre conmigo (Alfonso). Tendré que hacer como que nunca lo supe, intentar borrarlo de mi mente como hice con el propio final de la serie…
El peludo extraterrestre que nos ocupa, aparte de lucir un llamativo hocico con forma de cruasán y un tupé envidiable, gastaba una buena dosis de ironía y sarcasmo. Era cínico, adorable y deslenguado: ALF tenía para todos. No paraba de comer, gastar bromas y liarla, intentar comerse al gato y sacar de sus casillas (sin mala intención, el pobre no podía evitarlo, estaba en su ADN de otra galaxia) a su familia media-americana-terrícola de acogida.
«Sólo tengo diez órganos importantes, ocho de ellos son estómagos» (ALF)
La vida en Melmac, su planeta de origen, tuvo que ser de traca. Si un ALF te aboca al desastre, imaginad a cientos o miles de ellos juntos. No es de extrañar que el planeta se fuera al garete, ocurriendo un inesperado —o no— apocalipsis cuando todos los habitantes usaron su secador de pelo a la vez. La única salida que quedó para tamaño desastre fue escapar y buscar nuevos pastos, uno en forma de vivienda unifamiliar a las afueras.
Allí se encontró a los Tanner, una típica familia blanca americana formada por Willie (Max Wright), su esposa Kate (Anne Schedeen), sus hijos Lynn (Andrea Elson) y Brian (Benji Gregory), y Lucky, el gato objeto del deseo de ALF.
Durante 4 temporadas y 102 episodios, ALF tuvo tiempo de hacer unas cuantas perrerías a la family, esconderse mil veces en la cocina cuando había visita y esquivar a los agentes gubernamentales que amargaban su existencia.
Con todo y con eso, ALF se las arregló para hacerse un hueco en sus (y nuestros) corazones. El adorable granuja tenía un don para encender fuegos allá donde iba, pero también solucionar la papeleta y salir (más o menos) airoso. Como él mismo decía cada vez que la cosa se ponía tensa: «no hay problema». No había nada que no pudiera solucionarse con algún ridículo giro y unas buenas risas.
La serie ALF, estrenada en NBC en 1986 a rebufo del éxito de las producciones protagonizadas por extraterrestres majos post E.T., no solo era una comedia familiar, también una divertida crítica al último tramo de la Guerra Fría. El pobre melmaciano huyó de un mundo destruido por un desastre nuclear y fue a parar a otro lleno de gente temerosa de una guerra nuclear total. ¿Su receta contra el odio, el miedo y la paranoia? Una buena dosis de sentido del humor.
«Oye, tengo una solución para el problema de las bombas atómicas: deshaceos de ellas» -ALF
Como pasa con todo lo que tiene tirón, la marca ALF fue explotada en nombre del dios dinero. Tras la serie de televisión apareció la de dibujos animados, la cual narraba las peripecias de ALF en su planeta natal; el peludo melmaciano también dio el salto a las pegajosas páginas de los cómics en un centenar de historias publicadas por Marvel; y huelga decir que hubo muñecos de ALF, barajas de ALF, videojuegos de ALF…
En 1996, seis años después de su abrupto e impopular final, se estrenó un telefilme titulado Proyecto: ALF que pretendía arreglar el desaguisado del último episodio. La película, en la que no salían los entrañables miembros de la familia Tanner (pero sí actores de la talla de Martin Sheen, el de Apocalypse Now), fue un fiasco importante. ¿Habrá nueva secuela, reboot o remake de ALF en los próximos tiempos? Pueden ir haciendo sus apuestas.
ALF bebía, quemaba cosas, estrellaba coches, trataba por todos los medios de comerse al gato e, incluso, provocó que Willie fuese detenido por la policía. Una pesadilla que, a buen seguro, costó varios dolores de cabeza y miles de dólares en reparaciones a la familia Tanner. Un torbellino que nos enseñó que casi todo tiene arreglo, que la mejor armadura para sobrevivir en este mundo de locos es una fabricada con humor.
«Sí, claro, culpad al extraterrestre» -ALF
Para terminar, una divertida escena de la serie en la que sale a relucir la personalidad de ALF.
Soy Alfonso Gutiérrez Caro. Murciano. Trabajo como profesor de Historia. Soy escritor de novela negra y colaboro como bloguero en varios webs. Como diría Tommy Shelby: Puedes cambiar lo que haces, pero no lo que quieres.
Caramba… no recuerdo haber visto el capítulo final. Tal vez ni siquiera llegó a mi país.
A buscarlo…
Ya nos dirás qué te parece 😁😁