Series míticas de ayer y nunca: Los Serrano

Advertencia: Esta reseña está escrita después de despertar de una siesta muy mala.

Los Serrano y la libertad sexual entre hermanos

Después de los éxitos familiares en seriales españoles de los 80 y 90 como fueron Farmacia de guardia, Médico de familia o Compañeros, todo parecía apuntar al declive, a una época de soledad televisiva en donde las ilusiones, fracasos y triunfos del día a día no íbamos a poder volcarlos en alguna ficción que nos recordase que estamos vivos y que lo que nos ocurre a nosotros le ocurre a todo el mundo.

Pero entonces llegó…

Pata negra

Los Serrano, tío… ¿Habrá apellido más ibérico que ese? Es más, la gente que tenga ese apellido sólo se puede dedicar a una cosa, y es regentar un mesón jamonería de barrio. Santa Justa para ser más exactos. Y no, no es precisamente un giro fácil de guion al que recurrieron los creadores de Los serrano. Es algo muy meditado, como todo lo que rodea esta serie mítica de ayer y nunca.

Antonio Resines y Jesús Bonilla, (Diego y Santiago en la ficción). ¿Alguien puede dudar de que realmente sean dueños de un mesón en vez de actores? Pues no, han nacido para ello. Lo cual nos conduce directamente a otro acierto, el casting.

Belén Rueda, Antonio Molero, Alejo Sauras, Nuria González, Verónica Sánchez o Fran Perea son algunos de los protagonistas de esta icónicos serie familiar grasienta. Fran Perea, tío… ¿habrá actor con más capacidad para el melodrama que él?

Por haceros un símil fácil y rápido, Fran es a la interpretación lo que Alex Ubago a la música.

Por recordar un poco la trama inicial. Diego Serrano (Resines), un padre viudo a cargo de tres hijos (Marcos, Guille y Curro), más cabrones que los protagonistas de South Park y más madridistas que Tomás Roncero, se encuentra tras un casual incidente con su primera novia de la adolescencia, Lucía (Belén Rueda) con el consiguiente enamoramiento a ‘segunda vista’ y posterior boda.

Todo esto ocurre en el piloto de la serie. Pero, y aquí viene el kit de la cuestión, Lucía viene acompañada de sus dos hijas (Eva y ‘Teté’), que además son catalanas cerradas. Y es que si algo tiene esta serie es que rompió con muchos tabús y procuró educar a la sociedad española en la diversidad, para convivir con sus diferencias en paz, respeto, tolerancia y armonía. Nos enseñó que por encima de todo estaba el amor y la amistad… y el incesto.

Ahora bien, tú eres un adolescente granoso con greñas noventeras y más testosterona en el escroto que una convención de reguetoneros, y te plantan en la habitación de al lado a Verónica Sánchez en todo su esplendor juvenil y claro… pasa lo que pasa. Pero como Marcos (Fran Perea) era un tipo sensible, cantautor y romántico pues lo lleva bastante bien masturbándose en la intimidad de un baño por el que pasan uno más uno que son siete cada mañana.

Un inciso antes de seguir con materia más profunda. Lo de siete creo que sí es un error, porque en aquella casa siete sólo no habían nunca desayunando. Porque cuando no era la suegra, era el tío, o el amigo mecánico (Fiti), o la amiga profesora (Candela), o el hijo del amigo (Raúl) o la amiga de la hija (África)… o todos a la vez. En fin, un sin dios para el que fregase los platos.

En un andén de la estación

¡Uno más uno son siete, quién me lo iba a decir, que era tan fácil ser feliz!

En una andén de la estación, bajo el sol abrasador…

Así comenzaba la canción que lanzó a la fama a Fran Perea y que servía como sintonía de cabecera de la serie creada por Daniel Écija, responsable de títulos como 7 vidas, Un paso adelante o Los hombres de Paco (que pronto vuelven con un reboot). Y la verdad es que la jodida canción era pegadiza e imposible de no canturrear cuando cada semana nos sentábamos al abrigo de nuestro hogar para ver Los Serrano.

Lo cierto es que la serie fue la lanzadera para varios grupos pop de sonado éxi… bueno, varios grupos de pop de principios de siglo, sin más. Raquel del Rosario, vocalista de El sueño de Morfeo, participó en tres episodios de la serie como parte de la campaña promocional de su disco. Además cuando Fran Perea dejó la serie pus en marcha un grupo juvenil llamado Santa Justa Klan (SJK), con por los personajes de DVD, la banda de música ficticia que crearon en la serie Boliche, Guille y Teté.

Pero Fran Perea o Marcos, su personaje, es mucho más que una canción aislada o una banda de pop juvenil que nadie recuerda ya. Marcos era la representación de la búsqueda de un sueño, de la constancia, de cómo dando por saco durante varias temporadas al final te beneficias a tu hermanastra, Eva. Marcos había tocado el paraíso.

Lo que pasa que entonces se lía y te tienes que ir a vivir con ella a Toulouse para poder consumar sin que tus hermanos pequeños estén escuchando al otro lado de la pared, o lo que es peor, que tus padres decidan consumar a la misma vez que tú en la habitación contigua. Lejos del mundanal ruido, contraen matrimonio y para colmo acaban siendo padres de una niña, y ya se sabe lo que dicen de los hijos entre familiares…

Sin embargo, ¿qué había detrás de esa truculenta trama amorosa? Pues muy sencillo. Fue la primera serie española que nos abrió los ojos sobre la libertad de amar. Ese era el eje, la columna vertebral de la serie. En esa familia había demasiado amor para repartir, y claro, el ejemplo cundió y al cabo de unas cuantas temporadas los hermanos Guille y Tete se vinieron arriba y decidieron hacer un Marcos y Eva. Se siguieron viviendo arriba y terminan por escaparse a Barcelona para vivir en pareja. Otro hijo que le sale con la mirada sucia al bueno de Diego.

También te digo que Mari Tere o Tete (Natalia Sánchez), se fue poniendo cada temporada más interesante para Guille y también para el espectador. A día de hoy, ¡Oh, Mama! La pequeña de las hermanas ha envejecido mejor que el mediano de los hermanos, para qué nos vamos a engañar.

Ahora bien, esa escena de ‘edredoning fraternal’ no sé yo si salía en el sueño de Resines. Porque yo soy el padre y sueño algo así, y tiro todos los tabiques de la casa además de ponerle sensores de proximidad a los hermanos.

El que se quedó sin mojar el churro fue ‘Curro’, el pequeño de los hermanos, que durante toda la serie era la única esperanza del padre de salirle un hijo normal, lo que pasa que al final acaba cometiendo un delito que provoca su internamiento en un reformatorio. La prueba palpable de que soportar la dura carga de ser el salvador de una familia acaba pasando factura. Mira Pocholo o Paquirrí.

El sueño de Resines

Antes de entrar de lleno en ese plot twist final que ha marcado la vida de muchos españoles, quiero hacer una mención especial a la aparición estelar de don Alfredo Landa, que aparece en la segunda temporada encarnando al hermano mayor de Diego y Santiago que emigró a Méjico para hacerse timador profesional y tras una crisis económica regresa a España para salir del atolladero. Peeero, ¿Qué pasa? Pues que cae en las redes del amor de la familia y se acaba enamorando de la suegra.

Entre los estelares también destaca la participación de la sobreactuada (perdón, se me ha escapado) Lydia Bosch, ejerciendo de hermana de Lucía, la mujer de Diego y que resulta que en la adolescencia también estaba enamorada de él. Pero la trayectoria de este galán jamonero no acaba aquí. Diego Serrano tiene más éxito con las mujeres que julio Iglesias en una verbena.

Tras la trágica e inesperada muerte de Lucía, para que Belén Rueda pudiese hacer carrera en el cine, Diego se repone teniendo relaciones con Jaydy Michel (la profesora de inglés del colegio de Santa Justa) y Natalia Verbeke (La hermana de Candela).

Y luego os preguntáis por qué fue todo un sueño…

Me imagino a los guionistas mirándose con incertidumbre y desasosiego ante la diatriba de la elaboración del último episodio. Al cabo de un rato, uno de ellos repasa trayectoria amorosa de la serie y dice:

Solo veo una explicación para que Antonio Resines pueda ligarse a Belén, Jaydy, Lydia y Natalia en una misma serie, o Fran Perea a Verónica o Guille a Tete. Eso no se lo cree nadie. Lo mejor es que todo haya sido un sueño. Creo que ya hemos engañado bastante al público, hay que afrontar nuestro error y solucionarlo con una escena en la que despierte en la cama justo después de la boda con Lucía (por la que apenas se nota el paso de esos años, ni tampoco a los hijos que aparecen después como si nada en la cocina) y este vea que toda la serie ha sido un amargo sueño.

Ríete tú de David Lynch y su surrealismo. Finales tan inesperados y perturbadores no se ven desde la final de la Champions de 2014. Pero, si os dais cuenta, la serie repetía sus tramas cada cierto tiempo, a modo deja vu, con lo que la mejor consecuencia para cerrar el cículo era este final.

Y así, amigos, acaba todo, igual que empezó. Porque al final, el mensaje que subyace en Los Serrano es:

Que todos Tendríamos  la mirada Sucia si nuestra hermanastra fuese verónica Sánchez y nuestra madrastra belén rueda.

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