Series míticas de ayer y nunca: Salvados por la campana

Advertencia: Este artículo se escribió durante dos largos días en un sótano de Beniaján (Murcia), a cincuenta grados centígrados y sin más alimento que una caja de caramelos Solano y un Redbull. No nos hacemos cargo de las consecuencias de su lectura.

Salvados por la campana y la magia del primer beso

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Una sección fresca y diferente en la que recuperamos series míticas con las que hemos crecido y que quizá encerraban algo más de trasfondo de lo que pensábamos, o quizás solo fuese casualidad, ya sabéis aquello de que incluso un reloj roto da la hora correcta dos veces al día.

Kelly Kapowsky… Kelly Kapowsky… Kelly Kapowsky…

Todos amábamos a Kelly Kapowsky. La seguimos amando, y es que en definitiva esta estudiante del Instituto Bayside de California era la representación de todas nuestras ensoñaciones y dilemas adolescentes. Ella y el aura que desprendía nos hacía entender que todos tenemos algo por lo que luchar y por lo que sufrir mientras nos enfrentamos a la difícil empresa de madurar.

Salvados por la campana (Saved by the Bell) no era solo una sitcom adolescente con tramas básicas, convencionales y manoseadas. No, era mucho más. Era el espejo de nuestra vida estudiantil, de nuestros miedos, de nuestras frustraciones, de nuestras esperanzas, de nuestras metas, de nuestros éxitos, fracasos, amores, desamores y reconciliaciones.

Emociones y experiencias inmortales, universales que pasan de generación en generación, y que en los años 80 tuvieron un colorido y una estética especial e irrepetible, que, sin embargo, se han ido repitiendo en mayor o menor medida hasta nuestros días en innumerables seriales como: Yo y el mundo, Blossom, Es mi vida, Sensación de vivir, Dawson Crece, Compañeros, Física o química, etc…

Pero hoy, os llevamos de nuevo al origen de todo: Bienvenidos de nuevo a los 80, bienvenidos a Saved by the bell

La amistad: de eso se trataba todo. La amistad en todas sus etapas, fases y estratos. EL amigo/a incomprendido, el amigo/a incondicional, el amigo/a enemigo, el amigo/a cómplice, el amigo/a con derecho a roce, el amigo/a que nunca podrá serlo, el amigo/a del que te enamoras. esa era la clave de esos seis muchachos que se necesitaban los unos a los otros para ser ellos mismos. Y es que, bien mirado, no somos nadie sin esas personas que nos hacen felices a la vez que nos hacen sufrir.

Son quienes nos construyen el exoesqueleto de la madurez y a quienes vuelve nuestra nostalgia cuando somos adultos.

Zack, Slater, Lisa, Screech, Jessie y Kelly. Un grupo de amigos tan heterogéneo como hermanado. Un paradigma generalista en el que todos y cada uno de los que hicimos del instituto de Bayside el nuestro pudimos sentirnos identificados, viendo en ellos a nuestros amigos y a nosotros mismos; pese a que todos queríamos ser el Zack Morris o o la Kelly Kapowsky de turno.

Zack Morris era el eje de todo, el sol sobre el que giraban todos los restantes planetas del sistema solar que conformaba el grupo y la serie. Ese anti héroe adolescente que a todos encandila, y que lucha contra su propia rebeldía con un perfecto pelo rubio, una sonrisa embriagadora y un irresistible encanto personal. Es el chico popular, que, sin embargo poco a poco trata de encontrar su mundo interior lejos de la imagen que proyecta.

Es ahí donde entra el amor, los errores y las consecuencias que sus actos generan en los demás. Porque cuando de verdad nos damos cuenta de quien somos es cuando vemos en los demás el eco de nuestros éxitos y fracasos.

Reduciéndose todo al momento más icónico y mágico de la historia de un chico y una chica: El primer beso. Ese momento en el que toda la ansiosa espera se convierte en felicidad absoluta. Donde se nos olvida hasta nuestro nombre, porque ya le pertenece a otra persona.

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En esta serie ese momento inolvidable llegó cuando Zack y Kelly por fin estuvieron juntos y volvemos a esa pareja cada vez que vemos en otras series o películas esa situación repetida.

El instituto Bayside. Joder, cómo molaban las taquillas, las pancartas grafiteadas, la cantina, el equipo de baloncesto y hasta las escaleras. ¿Por qué no se hacían institutos así en España? Ni las discotecas de España era tan cool como los institutos de Salvados por la campana. Que diablos, ni las discotecas era tan flipantes como las habitaciones de los chicos californianos, a las que se podía entrar trepando por un árbol y desde la que podías espiar a las chicas aunque sus casas estuviesen tres barrios más allá.

El director: Esa figura recta que nos vigila y nos amenaza, casi paródica para los ojos de los alumnos pero que siempre marca la línea entre el bien y el mal. Un personaje indisoluble para este tipo de historias y que acaba dejando un poso en todos. El Señor Belding. En Salvados por la campana es la ejemplificación de la persecución gato y ratón entre él y Zack. Dos animales que no pueden estar juntos pero que tampoco reconocen su vida sin el otro.

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