Succession la última obra maestra

Succession: Crítica de Víctor Mirete

House of Cards, Breaking Bad, Juego de tronos, The Morning Show, Twin Peaks, DEVS, El ala oeste de la Casa Blanca, Black Mirror... Pueden venirnos a la mente series con un poderoso músculo narrativo e interpretativo, pero ninguna de ella está al nivel de la serie Succession.

Es abrumadora en esos dos aspectos. Es el Zeus en cuanto a diálogos e interpretaciones se refiere. Los guionistas merecen vacaciones eternas, una paga vitalicia, como si fueran presidentes retirados de grandes países. Hay 350 frases asombrosamente memorables en cada episodio; diálogos y escenas de relumbrón; finales, giros que nos hacen retorcernos en el asiento. Nombrar un solo ejemplo es ofender a la totalidad.

Pero también merecen estar en ese olimpo los actores y actrices de esta barbaridad televisiva. Cuatro temporadas (ni una más y ni una menos, a cuál de ellas más intensa y galardonada) le confieren a todos y cada uno de ellos y ellas un trono preferente en la memoria televisiva universal.

De igual modo que Silvester fue más Rocky que Stallone, Julie más Poppins que Andrews, Harrison más Jones que Ford, Clint más Rubio que Eastwood, John más Succo que Travolta, Carrie más Leia que Fisher, Orson más Kane que Wells o Linda más Sarah Connor que Hamilton… Pues Brian Cox, Kieran Culkin, Jeremy Strong, Sarah Snook, Alan Ruck, Matthew Macfadyen o Nicholas Braun ya no son ellos, son los Roy. Ellos encumbran a la excelencia una infinidad de duelos interpretativos, refrendados por secundarios de lujo. Y lo hacen con una sintonía, complicidad y maestría que jamás he visto en ninguna otra serie.

Todo lo que ya he explicado u opinado en anteriores temporadas y críticas sobre Succession podéis reiterarlo en esta última crítica y temporada, aunque no descarto una T5.

Hay mucho material abierto y por descubrir. Quizá, qué sé yo, hasta algún spin off. Lo que tengo claro es que el cierre es apoteósico, memorable, inteligente y necesario.

Personalmente me gusta no alargar las tramas ni las series más allá de 3 o 4 temporadas. Pierden su fortaleza e intensidad en la mayoría de los casos, creo. De modo que, pese a alguna redundancia en el argumento de esta cuarta entrega del drama que ha creado Jesse Armstrong, es lo mejor que le podía haber pasado a los devotos de los Roy.

Logan hizo lo que tenía que hacer, devorarlos a todos mientras el mundo sigue sucediendo bajo el implacable mando que controlan esos señores que viven y trabajan en rascacielos, viajan en helicópteros y coches blindados, comen en restaurantes con vistas a cascadas y se casan en campiñas italianas mientras cierran un acuerdo mil millonario al otro lado del globo terráqueo.

Hay muchas cosas que no entendemos sobre esta serie, pero es que hay muchas cosas que no entendemos del mundo, y es precisamente lo que mejor hace la serie Succession. Mostrarnos que hay cosas que la mayoría de nosotros no logra entender, pero que suceden a nuestro alrededor, cosas que nos controlan, condicionan y marcan nuestro devenir.

Los Roy existen, quizá no con ese apellido, pero sí con otros en donde las traiciones, y las alianzas suceden a cada segundo. Ese vértigo, lo han sabido retratar con una edición abrasiva, con un guion dramático y con un dinamismo televisivo en el que cada segundo de metraje es vital.

Succession no tiene sucesor en la televisión, al menos hasta dentro de muchos años. Salvo que llegue algún sueco y joda el invento. Gracias HBO por esta obra maestra.

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